La parábola de los calcetines blancos
Se ha perdido, diluido entre bulas artificiosas y artificiales, el valor del sacrificio. Osáis enfrentaros de igual a igual a Vuestro Hacedor. Vosotros, que sois una cifra irrisoria de almas miserables, el contenido apenas de mi Sagrada Gónada, os permitís el jugar cara a cara con Vuestro Dios...
Siguiendo el ancestral legado de la parábola, esa suerte de enseñanza para retrasados mentales, os simplificaré mi anuncio con la parábola de los calcetines blancos:
Cuando Mi Padre aún podía hacerse llamar Yahvé, si un alma incauta hubiese accedido a las puertas del paraíso con calcetines blancos, mendigando un lugar a Nuestro lado, su reacción lógica -y colérica- habría sido enviar al infeliz de cabeza al infierno, a hacerle compañía y a darle trabajo a Nuestro Mejor Asalariado.
Cuando Mi Padre perdió su Divina Razón y Me hizo bajar a mezclarme con vosotros, alimentos de ángeles degenerados, abrió las puertas del cielo a todo aquél que se acercase a fisgonear por la cerradura.
Pero ahora que somo Divina Paridad, ahora que hemos comido y regurgitado al Padre, si alguien intenta entrar en Nuestro Reino con calcetines blancos podrá hacerlo siempre que asimile el valor del verdadero sacrificio: podrá acompañarnos en Nuestro devenir por la eternidad, pero para acceder a Nuestro Club tendrá que entrar con los pies amputados.
Siguiendo el ancestral legado de la parábola, esa suerte de enseñanza para retrasados mentales, os simplificaré mi anuncio con la parábola de los calcetines blancos:
Cuando Mi Padre aún podía hacerse llamar Yahvé, si un alma incauta hubiese accedido a las puertas del paraíso con calcetines blancos, mendigando un lugar a Nuestro lado, su reacción lógica -y colérica- habría sido enviar al infeliz de cabeza al infierno, a hacerle compañía y a darle trabajo a Nuestro Mejor Asalariado.
Cuando Mi Padre perdió su Divina Razón y Me hizo bajar a mezclarme con vosotros, alimentos de ángeles degenerados, abrió las puertas del cielo a todo aquél que se acercase a fisgonear por la cerradura.
Pero ahora que somo Divina Paridad, ahora que hemos comido y regurgitado al Padre, si alguien intenta entrar en Nuestro Reino con calcetines blancos podrá hacerlo siempre que asimile el valor del verdadero sacrificio: podrá acompañarnos en Nuestro devenir por la eternidad, pero para acceder a Nuestro Club tendrá que entrar con los pies amputados.