20040928

Ni esenio ni zelote.

No entendísteis nada y seguís sin hacerlo. De mí sólo teníais que haber creído en el mensaje, no en el mensajero. Lleváis siglos adorando a la persona equivocada. Yo no fui más que la segunda oportunidad que os dió mi Padre, y no el festival milagrero que acabásteis inventando para mayor gloria de mi encarnación.
No hice milagros. No fueron necesarios. Ya los veréis en la Parusía. Y no, no fui ni esenio ni zelote. No entiendo esa manía de separar mi yo carnal de mi yo espiritual. Os vuelvo a repetir que yo era el mensaje. No tomé parte en ninguna de las corrientes judaicas de aquella época. Los esenios me parecían demasiado pagados de sí mismos con tanta prohibición, tanta doctrina y tanto radicalismo. Y los zelotes nunca me hicieron gracia con esa exaltación de la violencia física.
Yo fui yo. No hubo un antes ni un después. No al menos el después que habéis creado.
Y por favor, dejad a los fariseos en paz. Ellos no eran mis enemigos. De hecho, era con ellos con quienes mejor me llevaba.
La culpa de todo esto la tiene vuestro puto libre albedrío, que nos trae de cabeza a mi Padre y a mí desde hace demasiado tiempo.

20040917

Mis años perdidos

Todo el que me haya seguido a través del libro más tergiversado de la Historia habrá notado que, misteriosamente, desaparezco cuando soy un chaval y reaparezco ya con treinta y pocos, dispuesto a ser el Gran Sacrificado. ¿Nunca os habéis preguntado el por qué?
Me volví loco cuando se me encomendó mi misión. Sí, yo también soy Dios, pero, de la Trinidad, yo encarnaba la parte más débil, yo era La Carne. Y como carne sufriente que era me asusté. Me negué. Negué a mi Padre antes de que Pedro me negara a mí. Mi Padre bajó a hablar conmigo. Era el destino, me dijo, y se quedó tan tranquilo. Puta omnisciencia...
Yo seguí negándome. Él siguió insistiendo. Al final, conseguí una moratoria. Yo debería haber sido sacrificado en plena juventud, para hacer más patente el mensaje. Conseguí unos años más, y presentarme así al sacrificio ya con treinta años, casi un viejo en aquella época. De hecho, cuando me subieron a la cruz me quedaban ya pocos dientes. Y me dolía todo el cuerpo. Eso sí, siglos y siglos de desinformación han hecho que la imagen que tengáis de mí sea la de un hippy de perpetuo buen rollito. Pero no.
¿Y qué hice durante esos años? Lo que haríais cualquiera de vosotros si os pronostican unos pocos años de vida: vivir. Aprovechar cada momento, porque puede convertirse en el último. Conocí otras carnes, engendré hijos, blasfemé, me emborraché y tomé el nombre de Dios -mi nombre- en vano. Me dediqué a ser persona, pues ya iba a ser Dios por toda la Eternidad.
¿No habríais hecho vosotros lo mismo?

20040914

Qué poco te queda, Woytila...

Estoy harto de que la doctrina que prediqué y que me costó la vida (vale, sólo la terrenal, pero el rato en la cruz no me lo quitó nadie) se haya tergiversado tanto y tan desastrosamente en beneficio de unos pocos, que son los que, irónicamente, me representan en la Tierra.
La religión que lleva mi nombre no es la que yo revisioné. Mi reino no es de este mundo, y tampoco debería pertenecer a los que obran en mi nombre. El amor no debe ni estratificarse, ni imponerse, ni legislarse, entre oropeles.
Woytila, morirás dentro de poco. Y no arderás en el Infierno, que es donde deberías estar. No, te unirás a nosotros en el Cielo, que para tí no será Paraíso.
Yo me ocuparé personalmente de tu castigo.

20040913

Por fin...

Llevo esperando este momento 2000 años...
¡Os vais a cagar!